LA FÁBULA DE ÁNGELA

ene 18, 2022

La foto que hemos puesto esta vez en la portada, no es la mejor que tenemos de este gatito. Pero lamentablemente no nos ha dado tiempo a hacerle más y él es quien ha inspirado esta historia. Quédate a leer esta fábula y sabrás por qué.

El gatito de la foto no es Ángela. Se llama Leo, es un machito de muy pocos meses y es el último agerita que llegó hace tan solo un mes. Lo recogimos en el puente de Diciembre de 2021. Más adelante os contaré sobre él. Pero ahora es el momento de que conozcáis a Ángela.


Ángela es una mujer de 31 años, desde siempre ha tenido mucha empatía hacia todo aquello que tenía alrededor y estaba vivo. Humanos, animales, plantas... especialmente empática con aquellos que están desvalidos. De hecho trabaja en un centro de personas con discapacidad intelectual, y le encanta. Compatibiliza su trabajo con estudios para ser técnico de emergencias sanitarias. Tiene en las venas el ayudar y el darse a los demás.

Una de las cosas que más le preocupa en la vida, es el cuidado del planeta, porque dice, que al fin y al cabo es la casa de todos los seres vivos. Desde siempre ha reciclado, incluso cuando solo era "tarea" de unos pocos, que parece ser que no teníamos nada mejor que hacer y mucho tiempo libre, que dedicábamos a separar la basura. ¡Qué locos!

Un día, cuando salía a la calle con la bolsa del vidrio para tirar al contenedor, vio que había algunos vecinos que habían dejado sus bolsas de basura en la puerta de casa. Uno de ellos, estaba precisamente dejándola en ese momento y entonces Ángela le preguntó: "¡Hola! veo que tienes la basura en la puerta, voy yo ahora a tirar el vidrio, ¿quieres que me lleve tu bolsa?"

El vecino le dijo que no era necesario, porque él solía tirarla por la noche cuando sacaba al perro, pero que si era tan amable pues ese paseo que se ahorraba.

Ángela no se lo pensó y tiró su basura y la del vecino. Al fin y al cabo, parecía buena gente, se fijó en que era bolsa solo de envases y tenia un perro 😍, y ya con eso se había ganado su corazoncito. Tres de tres 😜

Ese día, Ángela pensó que quizá podrían hacer en el barrio una especie de trueque vecinal. Su barrio además es de gente mayor y sabía que si entre toda la gente joven hacían turnos, podrían organizarse para que no tuvieran que ir todos cada día a los contenedores.

Preguntó a todos sus vecinos. Todos le dijeron que era muy buena idea, que qué maravilla que hubiera gente tan comprometida y con ganas de mejorar las cosas y de ayudar. A todos parecía importarles el medio ambiente, reciclaban y tenían distintos cubos dentro de casa, según le dijeron. "La verdad es que es un tema que nos incumbe a todos", le decían. Esa era al frase que más repetían.

Pero la realidad, es que cuando llegó el momento de explicarles qué habría que hacer, los turnos, el compromiso, etc., la cosa cambió. De las 12 o 15 puertas donde tocó, tan solo le dijo que sí su vecina Águeda. Iban a ser solo ellas dos.

No les importó, pensaron que entre ellas podrían hacerlo y ayudar a esos vecinos mayores, que no podían comprometerse a nada pero que lo agradecían y devolvían la gestión como podían. Un vecino solidario les donó una carretilla para poder llevar todas las bolsas cómodamente, acordaron cómo hacer los turnos y se pusieron en marcha con el proyecto. 


Pasaron varias semanas y la cosa funcionaba. No era gran cosa lo que hacían, pero sentían que hacían algo bueno por su barrio, por la sociedad, por fomentar la empatía y también por el planeta, porque de esta manera se aseguraban de que sí o sí, esa basura iba al contenedor adecuado.

La mayoría de los vecinos eran agradecidos, de vez en cuando una propina, otra vez unas croquetas... en fin, lo que buenamente podían. Y ellas dos estaban contentas.

Pero un día, en el turno de Ángela, cuando volvía de los contenedores hacía casa, oyó como alguien la llamaba a voces: ¡Oye, eh, tú! 

Angela, se volvió. - ¿Es a mí? 

- Si. ¿Tú no eres la que tira la basura? 

- Eeeh a ver, la que tira la basura... bueno sí, si lo quieres llamar así, sí. Soy yo.

- Pues es que tengo aquí basura acumulada de hace un par de días y no sé qué hacer con ella, no sé si es del contenedor amarillo, del normal o del punto limpio ¿Me puedes ayudar? - Sí, claro, dime qué es lo que tienes y te digo como repartirlo.

- No, no..., ¿que si la puedes tirar tú? Ángela recordaba que cuando llamó a la puerta de esa casa, le respondieron desde el telefonillo y no mostraron gran interés.

- Pues es que me coges ya de vuelta a casa, pero puedo ayudarte con información que puedo mandarte por WhatsApp para que sepas cómo hacerlo. De hecho veo que te preocupas por esto del reciclaje, así que igual te apetece colaborar con nosotras. Somos Águeda y yo, y la verdad es que aunque nos apañamos bastante bien, nos vendría genial que algún otro vecino nos ayudara.

El vecino, le dijo que no, que no se preocupara y que ya "si eso" mañana iría a tirarla él.

 

Al día siguiente, Águeda le contó que ese mismo vecino la había asaltado en la calle durante su turno para decirle que le tirara la basura. Águeda le respondió que ya le había explicado su compañera ayer, que podían darle información sobre como separarla, y que el vecino, con muy malas formas le había dicho: "Pero vamos a ver, entonces vosotras, ¿para qué estáis?".

Esa 👆. Esa es justo la cara que se les quedó a las dos. No daban crédito. ¡Cómo que para eso estamos! Esto es el colmo, pensaron. Hacemos esto porque queremos, porque nos apetece y porque tratamos de mejorar las cosas. Nadie puede obligarnos y mucho menos exigirnos nada.

Se desahogaron entre ellas 🤬, se mandaron un par de memes por WhatsApp para reírse de la situación (mejor reír que llorar) y continuaron con sus vidas.

Y esto es precisamente lo que nos ocurre a las personas que estamos dentro de una protectora cuando la gente, cómoda, desde su sofá calentito y desde su móvil, se queja de que las protectoras no hacemos nada, que nunca estamos cuando se nos necesita, y que si no nos vamos a hacer cargo de ese animal, para qué estamos.

Recibimos llamadas de gente que ha encontrado un perro o un gato y no sabe qué hacer, se les explica detalladamente el proceso, pero no. No quieren eso, quieren que vayas corriendo en su ayuda y quitarles el "marrón" de encima. Pero se olvidan de que esas personas de protectora también tienen un sofá, manta, familia, momentos de descanso, problemas y en definitiva, una vida.

Porque el universo no llegó un día, con su infinita sabiduría, nos enganchó del cuello de la camisa como si fuéramos peluches dentro de una máquina de gancho y nos puso en la protectora. Nadie nos dijo: Tú has venido al mundo a hacer esto, in nomine patris et filii et spiritus sancti. No.


Estamos aquí porque queremos. Porque un día, como Ángela, quisimos hacer algo bueno por la comunidad. Algo, que aunque no era nuestra obligación hacer, nos pareció bonito y necesario. Algo a lo que puede unirse cualquiera, y que entendemos que si no puedes unirte físicamente, puedes hacerlo de muchas otras maneras.

Un día nos reunimos, nos organizamos, nos repartimos las tareas, pusimos encima de la mesa los recursos económicos que teníamos y empezamos a funcionar.
Nunca, nunca, hay que olvidar, que quienes conformamos una protectora de animales, somos personas normales y corrientes, que hacemos esto por amor a los animales, no por solucionarle los problemas a quien no quiere mover ni un dedo, porque queremos emplear parte de nuestro tiempo en hacer esto, quitándonoslo de otras cosas. Y que estamos para ayudar, sí, pero no para todo. No podemos. No debemos.

La sociedad entera es responsable de los animales abandonados en las calles. Si no quieres comprometerte demasiado, puedes ayudar de manera puntual, de mil maneras, Aportando económicamente, un traslado a veterinario, difusión, imprimir carteles, paseos a perros, compañía, donaciones de pienso, camas, etc... acoger temporalmente... ¡Son tantas las cosas que se pueden hacer!

O nada. También puedes no hacer nada. Pero no exijáis a las protectoras. Exigid a los ayuntamientos, a la policía, al Seprona. Ellos sí tienen obligación de hacer algo por ese animal que te acabas de encontrar en la calle.

¿Que no quieres dejarle en sus manos porque sabes que irá a una perrera? Genial, eso solo dice de ti una cosa, que tienes conciencia. Pero eso conlleva trabajo, dinero, tiempo e implicación. Acudir a una protectora de animales siempre es una buena idea, pero ve con este mantra en la cabeza: NO ESTÁN PARA ESO, ESTÁN PORQUE UN DIA SE ORGANIZARON PARA HACER ESTO QUE ESTOY HACIENDO YO, PERO CON UNA INFRAESTRUCTURA. Y pregúntate: ¿Podría yo hacer algo por ayudarles a ellas también?

Todo esto que os cuento hoy, lo cuento porque el día que apareció Leo, el gatito de la primera foto, se abrió por redes una guerra sobre quién era peor persona. Si quien lo encontró en la calle y le dejó ahí y solo hizo difusión de su caso, o quien la criticaba desde el sofá de su casa por haberlo dejado allí, pero que tampoco lo rescató. Una guerra inútil que no ayudaba a Leo.

Solo lo ayudó quien lo sacó de la calle, quien intentó darle una vida mejor, un futuro y una familia. Quien acudió a nosotras para intentar al menos ajustar los gastos veterinarios y difusión de su caso. Pero sin exigir nada. Solo preguntando y queriendo ayudar y poniendo de su parte todo lo que podía.

Claro que te ayudamos. En todo lo que podamos. PARA ESO ESTAMOS.


**** LEO YA NO ESTÁ CON NOSOTRAS. FALLECIÓ AL POCO TIEMPO. ESTE VIDEO FUE EL QUE HICIMOS PARA PODER BUSCARLE UN HOGAR, Y ESTE POST Y ESTA FÁBULA, ES UN HOMENAJE A ÉL Y A QUIÉN HIZO TODO POR AYUDARLE. DESCANSA PEQUEÑO LEO. ****

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